El valor mínimo de la vida

El valor mínimo de la vida

      El valor mínimo de la vida es el equivalente al gasto o coste mínimo de subsistencia necesario para sobrevivir en sociedad

      Cuando hablamos de capital social estamos hablando de dinero, no hay duda, lo mismo ocurre cuando nos referimos al valor mínimo de la vida, al gasto mínimo de subsistencia, acordado por un contrato de futuro con un Pacto Humanitario, constituido como un valor capital mínimo de subsistencia. Este capital social latente se encuentra a la espera de ser efectivo a la firma por sufragio universal, así que nos referirnos a él en sentido figurado y criterio lógico.

      En Derecho, el dominio o propiedad, es el poder directo e inmediato sobre un objeto o bien, que atribuye a su titular la capacidad de disponer del mismo, para su uso (ius utendi), goce (ius fruendi) y disfrute (ius abutendi), dentro de los límites legales. Siendo el valor de subsistencia un bien, la propiedad de este pertenece a cada uno. El derecho real implica el ejercicio de las facultades jurídicas sobre un bien. El propietario, bajo la premisa de que el bien está bajo su dominabilidad (poder de hecho y voluntad de posesión), puede hacer con él lo que quiera, salvo que, como es el caso, esto sea contrario a su función social, obligado a su conservación.

      El valor mínimo personal de la vida es, por derecho real, apropiable por el individuo empoderado como dueño único del uso, goce y disposición de su particular ser. La persona en el ejercicio de sus facultades jurídicas posee derecho exclusivo de dominio propio, y por tanto, capaz de ejercer su derecho de propiedad a su antojo, de acuerdo a la ley y por contrato social, constituyéndose en propiedad privada de uno mismo y, al mismo tiempo, al vivir en sociedad, en unidad básica de subsistencia para la economía de mercado, al firmar por sufragio universal el Pacto Humanitario por el cual cedemos la propiedad exclusiva de nuestro valor mínimo de subsistencia, inherente a nuestra vida como parte del patrimonio de la humanidad, a la comunidad mundial, para constituir el Fondo de Subsistencia del Banco Mundial, como organismo público que presta un servicio que tiene como finalidad ayudar a las personas.

      Este acto de disposición de la propiedad del valor mínimo de la vida en favor de las otras personas constituye un derecho real limitado que otorga, por ley, el derecho del individuo al beneficio del usufructo de su cesión parcial. La vida, limitada en esencia, pero útil y productiva, no es un bien de uso inagotable como el aire, el mar o la luz, por su carácter único e irrepetible adquiere su derecho exclusivo de subsistencia.

      El derecho de propiedad, propiedad corporal de un ser real percibida por los sentidos, puede recaer sobre la sustancia misma del bien, sobre su utilidad o sobre sus frutos; de aquí deriva el concepto de dominio imperfecto según que el dominio se ejerza sobre la sustancia (dominio radical) o sobre la utilidad (dominio de uso o sobre los frutos, dominio de usufructo). Estas dos clases de dominio, al hallarse en un solo sujeto, constituyen el dominio pleno o perfecto. El derecho de propiedad del valor mínimo de la vida es un derecho pleno o perfecto, pues por él, todo propietario puede reclamar o defender la posesión del bien, y disponer plenamente de su utilidad y usufructo.

      El valor mínimo de la vida, además de ser un derecho exclusivo y un derecho pleno, es también un derecho limitado o restringido por las exigencias del bien común, por la necesidad ajena y por la ley, y subordinado, en todo caso, al deber moral. Es perpetuo, porque no existe un término establecido para dejar de ser propietario. El derecho de propiedad es un poder moral porque la apropiación que se hace del bien es reflexiva y no instintiva.

      Al ceder el mínimo valor de subsistencia a la comunidad, con un Pacto Humanitario, transferimos la gestión del derecho de propiedad del valor mínimo de la vida a las Naciones Unidas, como organismo público de servicio a las personas. Tratándose de la vida, los frutos civiles que percibe su propietario son los intereses que están constituidos por aquellas sumas de dinero que recibe el propietario por ceder a la comunidad el uso del valor mínimo de la vida. El fruto civil que percibe el propietario del bien de la vida es la renta de subsistencia adjudicada por el Banco Mundial.

      En relación al derecho mercantil y la contabilidad, el valor mínimo de subsistencia debe ser considerado capital social, siendo el capital social el importe monetario de una persona o un país, es decir, el dinero disponible por el propietario o el Estado, incluido el valor mínimo de subsistencia. También se considera capital social el valor de los bienes que los socios de una sociedad le ceden a ésta (entendida ésta como una empresa, conjunto de bienes, sea sociedad limitada, anónima, comanditaria o colectiva); es decir, en el nuevo paradigma se cede el valor del bien de subsistencia a la sociedad de Naciones Unidas como sociedad colectiva, por un Pacto Humanitario y queda registrado en una partida contable en el Banco Mundial como Activo, al tratarse de un valor de futuro agregado, y registrado como Pasivo, por ser una deuda contraída y transferible al instante a requerimiento automático del banco del vendedor en el segundo de la compra electrónica de bienes o servicios esenciales, básicos y transcendentales de subsistencia. En otras palabras, el capital social del Fondo de Subsistencia, se constituye con los aportes iniciales de los socios, dinerarios o no dinerarios, para que la sociedad de Naciones Unidas financie programas para el desarrollo sostenible de las personas, los Estados y los negocios que constituyen su objeto social y así alcanzar la mínima paz.

      El capital social es un recurso Pasivo que representa una deuda de la sociedad de Naciones Unidas frente a los socios, originada por los aportes que éstos realizan con la cesión parcial de su valor mínimo de vida al Fondo de Subsistencia del Banco Mundial, beneficiando el desarrollo de las actividades económicas contempladas en el objeto social. Esta cifra contable de capital social humanitario se ajusta al Índice de Precios al Consumo (IPC) de cada país, según procedimientos jurídicos establecidos por cada nación.

      En el lenguaje coloquial, el término “capital” o “un capital” significa una suma de dinero, un caudal, un bien patrimonial, un monto que se invierte o aporta. El valor mínimo de la vida es un bien patrimonial y por tanto capital que se invierte por la sociedad de Naciones Unidas con un Pacto Humanitario y aporta una renta mínima de subsistencia a las personas y financiación mínima de subsistencia a los Estados.

      En términos jurídicos, capital social de subsistencia es una cifra del Pasivo de la sociedad que indica una deuda de la sociedad frente a los socios. Desde el punto de vista societario el capital debe ser devuelto algún día o en el momento requerido por la sociedad a los socios. En el caso que nos ocupa, como sociedad colectiva global, el capital social esta constituido por el valor mínimo de subsistencia como bien patrimonial que los socios ceden con un Pacto Humanitario para su propio interés.

      En términos contables, lo que vales para el sistema económico es lo que gastas, tanto gastas tanto vales, tanto dinero has puesto en circulación tanto bien has hecho en interés de los demás. Aunque se entienda como un acto egoísta, comprar para poseer algo es un acto solidario y necesario realizado en libertad, en beneficio de las partes actuantes, y del sistema social y de mercado. El acto de comprar transmite lo que es de todos, la riqueza de la Tierra, medible en dinero, sin embargo, sólo se posee si está en nuestras manos normalizado de acuerdo al contrato social y cívico que nos une en sociedad.

      Evalor mínimo de la vida como fundamento del valor, pueden ser implementado para conseguir vivir mejor, tanto en forma intima, personal, familiar, grupal y social. Es un concepto operativo que orienta nuestra conducta ante las diferentes situaciones que nos plantea la vida en sociedad. La falta de valores morales nos hace menos humanos. El mínimo valor de subsistencia puesto al servicio del bien común da sentido a la existencia, desarrolla nuestro potencial como individuos.

      Los políticos que puedan construir una moral para disculpar los principios de gobierno más contrarios al derecho del valor mínimo de la vida, que sostengan que la naturaleza humana del individuo no es capaz de constituir el bien prescrito por la idea de la razón, son los que, en realidad, perpetuarán la ofensa a la justicia que persigue el Pacto Humanitario y harán imposible toda mejora del sistema y progreso sostenible.

      El realista, para el que el Pacto Humanitario es simple teoría, aún dando cabida al deber de mejorar la sociedad y al poder de transformación de la idea; busca deducir de la naturaleza que el ser humano no admitirá nunca el valor mínimo de la vida como recurso de riqueza con el fin último de la consecución de la paz mínima y no le falta razón, efectivamente, no es suficiente la voluntad de todos los individuos expresado en un sufragio universal, además, es necesario que todos globalmente deseemos la paz para que se establezca en todos los ámbitos de la sociedad.

      Dejemos a un lado los perjuicios que no son más que conclusiones avanzadas que responden a criterios preconcebidos y abramos nuestras mentes a las nuevas posibilidades que ofrecen nuestras sociedades telemáticas.

      Defendamos la dignidad y el valor de la persona como norma y la humanización como meta. Somos capaces de las mayores glorias y de las peores infamias, según orientemos nuestra voluntad hacia el bien común o el egoísmo, puede darnos como resultado un planeta devastado o una civilización verdaderamente humana, una vida personal vacía o plena, con sentido.

      Si consideramos el valor mínimo de la vida, perfectamente computable, tal y como hemos demostrado anteriormente, como un recurso económico al que todos podemos acceder, por el simple hecho de estar vivos, conseguiríamos solucionar todos estos dramas que nos superan, insalvables con los recursos económicos públicos del actual sistema capitalista. Se trataría de sumar, a la riqueza ya existente, este nuevo valor mínimo de la vida, es decir, aceptar que la vida tiene un mínimo valor, un valor básico de subsistencia, y traducirlo en términos económicos disponible para todos.

      Muchos aún se preguntarán ¿cómo?, aunque parezca a primera vista complicado no lo es, es muy sencillo, tan sencillo que no sólo es posible sino deseable. No hay más que crear un certificado de valor agregado, un certificado de subsistencia, un certificado de vida capital, que sea el aval del nuevo dinero de subsistencia (dinero electrónico), un documento mercantil que certifique el valor mínimo de la existencia civilizada de cada persona de este planeta. No hay que capitalizar infraestructuras nuevas, no es necesario que se tenga que poner dinero para su realización, no nos costará nada, no se tendrán que subir los impuestos, todo lo contrario, podrán bajar. Los países recibirán el beneficio de este nuevo capital que entrará en la economía desde la base del consumo de alimentos, bienes y servicios, y se integrará al capital ya existente activando el consumo, haciendo funcionar la economía.

      De lmismo modo que se estableció el Patrón Oro como referente monetario que fijaba el valor de la unidad dineraria en términos de una determinada cantidad de oro, con el Pacto Humanitario se deberá establecer un Patrón Básico Universal como referente monetario que fije una cantidad de subsistencia equivalente al gasto o coste mínimo diario en alimentación por persona en cada Estados miembro, asimismo, se establecerá un porcentaje mínimo solidario por habitante disponible por cada Estado para mantener los servicios sociales y facilitar el cambio de paradigma. En estos mismos términos, la ONU dispondrá de financiación mínima del Fondo de Subsistencia del Banco Mundial para su propia suficiencia y provisión de objetivos enumerados en la Agenda 30.

      Para calcular el Índice Patrón Básico de un Estado, dietistas reconocidos en cada país elaboran un menú de productos básico y variados del lugar y conociendo la media de los precios de mercado, dictaminarán un precio mínimo medio de gasto o coste por habitante expresado en cifras contables. Esta cantidad podrá ser revisada por miembros de la ONU y contrastada por las naciones.

      De todos es sabido que actualmente los bancos están conectados a través de la red electrónica, y que cuando pagamos en los comercios lo podemos hacer sin necesidad del dinero físico, a través de la tarjeta o del móvil; son dígitos que se transfieren desde la cuenta de nuestro banco a la cuenta del banco del comerciante. Si en un principio esto nos parecía muy complicado,
la Agenda 30 es un acuerdo de las Naciones Unidas (ONU) para promover el desarrollo sostenible.

      Nos hemos acostumbrado a comprar de esta manera y nos resulta mucho más sencillo. Pocos son los que rechazan pagar o cobrar con tarjeta, y si así lo hacen deben de tener sus motivos. Lo cierto es que existe el comercio electrónico y que está establecido en todo el mundo. Pues, del mismo modo, cuando paguemos electrónicamente los alimentos con este nuevo sistema, en un principio, el dinero se transferirá desde, la cuenta del particular del Banco Mundial asignada al Fondo de Subsistencia, a la cuenta del banco del comerciante con un limite mensual de gasto estipulado en la región o país donde se realice la compra. Toda compra que exceda ese límite correrá a cargo del particular.

      Habrá quien dirá o pensará que no todo el mundo tiene cuenta en un banco y menos en los países subdesarrollados, existen lugares donde no hay bancos o ni siquiera tienen electricidad y que por lo tanto este sistema sólo se podría aplicar en los países ricos, lo que lo convertiría en inviable, y no carecen de razón, sin embargo esto no es o no debería ser un problema insalvable ya que los bancos serán los primeros interesados en acercarse a estos lugares con la intención de captar nuevos clientes que harán aumentar sus cuentas de resultados, comunicando al Banco Mundial la incorporación al sistema de estos nuevos clientes.

      Por otro lado, en un mundo capitalista si alguien tiene dinero, no pasará hambre... otros se acercarán a él para venderle el alimento que necesita. Hoy es posible efectuar transacciones comerciales desde cualquier punto del planeta, gracias al datáfono y al móvil. Sería muy común en estos casos que alguien con un vehículo llegara a los lugares apartados con productos alimenticios dispuesto a obtener un beneficio por su venta, tal y como sucedía no hace mucho, y en ciertos lugares aún sucede.

      Otros dirán o pensarán que esta entrada de nuevo dinero en el sistema provocaría inflación lo que también haría inviable este sistema, y vuelvo a decir, no carecen de razón, sin embargo la inflación es un problema que ya existe, en cierta medida, se conoce perfectamente cuáles son los mecanismos que la producen y cómo se pueden controlar.

      Existen diferentes causas inflacionarias, por ejemplo: cuando la subida de los precios se origina por un crecimiento de la demanda superior al de la oferta, o cuando los precios suben a causa de la elevación de los costes salariales, del coste del capital, de las materias primas o de los productos importados; o la hiperinflación que se produce en periodos de guerras, revoluciones o por sus secuelas, en todas estas situaciones, los responsables de la política económica suben los tipos de interés, restringen el gasto público, se controlan los precios para que no suban por encima de la inflación o se adoptan medidas liberalizadoras fomentando la competencia en los diversos mercados para provocar que los precios disminuyan. En el nuevo paradigma, otra forma de controlar la inflación consistiría en destruir el dinero excedente captado a través de los impuestos, como último recurso.

      En el caso que nos ocupa aumentaría la demanda de forma moderada ya que seríamos los mismos para comprar alimentos, más los que en estos momentos pasan hambre por no poder comprarlos. No vemos ninguna dificultad en aplicar el valor mínimo de la vida al sistema que tiene sus mecanismos de control, más bien todo lo contrario, se activaría la economía y se acabaría con las crisis cíclicas, tal y como las conocemos, ya que el sistema saldría fortalecido y aumentaría la confianza en el dinero por parte de los agentes económicos. Más miedo nos da la deflación por falta de dinero.

      Los hay que dirán o pensarán que se incrementaría el problema actual de la sobrepoblación acabando con los recursos naturales de la tierra, e insisto, no carecen de razón, sin embargo esto se debe a que aún se piensa en los términos del actual paradigma circunscrito a los limites de la tierra y por qué aún no hemos desarrollado totalmente en este texto las inmensas posibilidades de la idea que se plantea. Es decir, por una parte; hay que tener en cuenta que al incrementar el capital existente en circulación, a través de la compra de alimentos, aumentarían los recursos financieros para capitalizar proyectos de desarrollo sostenible, y si este capital no fuese suficiente, se destinarían recursos procedentes del Fondo de Subsistencia.

      Por otra parte, el lógico aumento de la población al tener el sustento asegurado, también se convertiría en un problema esencial, lo cual nos llevaría a estimar la posibilidad de destinar el capital necesario de este nuevo recurso de supervivencia, gestionado por la ONU y el Banco Mundial, al desarrollo de programas aéreo- espaciales pensados para obtener recursos de otros planetas para poder seguir creciendo y también para establecer colonias en Marte y posteriormente en otros mundos.

      Ya hemos llegado a la Luna y se plantea crear una base para abordar la llegada a Marte. Con el capital disponible en el sistema actual, que también es limitado, esto nos llevaría décadas, y más aún, llegar a crear las condiciones necesarias para la vida. Con dinero suficiente se aceleraría el proceso. De momento una máquina que obtiene oxígeno a partir del dióxido de carbono ya ha sido ideada y viajará a Marte en un vuelo no tripulado planeado para 2020.
Mientras exista la pobreza extrema y mueran a diario, según la ONU, miles de niños a consecuencia del hambre, este ambicioso proyecto puede parecernos inmoral, y no falta razón, pero si introducimos en el sistema el valor mínimo de la vida y acabamos con el hambre, no existe ningún impedimento para pensar en estos términos y aún más, podemos incrementar los recursos económicos para acelerar este proceso productivo de futuro creando multitud de puestos de trabajo en el sector espacial.

      Si seguimos creciendo sin rumbo y sin solución acabaremos con la vida en el planeta tal y como la conocemos, esto no ocurriría en el nuevo paradigma. Las medidas adoptadas en la actualidad son claramente insuficientes, no porque no exista voluntad de hacer frente a este rompecabezas, si no a causa de otras prioridades que limitan los recursos económicos disponibles.

      No hay dinero disponible suficiente para hacer frente a todos los retos del presente y aún menos del futuro. La situación mundial empeora en lugar de mejorar a pesar de disponer: de un organismo fundamental para la paz como es la Organización de las Naciones Unidas, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de tener perfectamente definidos los objetivos en la Agenda 30, así como de los valores y principios contenidos en la Carta de la Tierra Internacional.

      Con todo, no parece que se puedan solucionar los principales problemas que afectan a nuestras sociedades, aunque si se sigue el camino correcto para conseguir erradicarlos. Las intenciones y las ideas están, lo que faltan son los recursos económicos necesarios para llevarlas a cabo. No me estaré de decir que lo que realmente escasea es capital y, sin embargo, a pesar de que todos aceptamos que el mayor valor que tenemos es la vida no le damos valor capital. Se le atribuyen todo tipo de valores menos el que realmente podría costear la transformación del mundo hacia el nuevo paradigma, más humano. Lo que antes era impensable, hoy en día, gracias a los avances tecnológicos, se puede pensar y se puede aplicar.

      Como dijo Marcuse en “El final de la utopía”, la utopía deja de serlo cuando es posible y necesaria.

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