La Paz

La Paz

      Se refiere a la necesidad de socialización y a las exigencias económicas de su obtención.

      La Declaración de la Constitución de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura nos dice: “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse la defensa y protección de la paz”. En el Derecho internacional, el estado de paz se alcanza en aquellas situaciones en que se resuelven los conflictos internacionales de forma no violenta, con convenios o tratados, que ponen fin a las guerras.

      En sentido positivo, se alcanza la paz cuando la situación de las partes se encuentran en equilibrio, estable, y en un estado social o personal de unidad, con un nivel reducido de violencia directa y un elevado nivel de justicia, en este sentido el conflicto es visto como una parte natural de la vida y un beneficio en su pacífica solución; también la paz es definida en sentido negativo por la ausencia de inquietudes, violencia o guerras, y puede entenderse como resignación, como huida o inexistencia de conflictos, presupone un aparato militar que garantice el orden, disuada al enemigo y asegure la perpetuación del “statu quo”.

     La paz, en síntesis, no es lo contrario de la guerra, sino la ausencia de violencia estructural... es la armonía del ser humano consigo mismo, con los demás y con la naturaleza, un estado interior positivo, una situación exenta de sentimientos negativos como la ira o el odio, deseada tanto para uno mismo como para los demás, hasta el punto de convertirse en un propósito o meta de vida, y se percibe en el entendimiento tácito para el mantenimiento de unas buenas relaciones mutuamente beneficiosas entre individuos, y entre distintos grupos, clases o estamentos sociales.

    El Secretario General, Kofi Annan, dijo en una ocasión. “No hay causa que justifique la pérdida de vidas inocentes, y esta convicción debería ayudarnos a esforzarnos más por traer la paz”.

     La idea de la paz ha estado presente en la filosofía china, entendiendo el pacifismo como el autocontrol y la conciencia de nuestros actos violentos, el amor a la vida y todas sus expresiones, o en el hinduismo que respeta todas las formas de vida y la negación a toda violencia entendida como modo de conducta, o en los principios de la tradición judeocristiana, que se negaban a tomar armas y ejercer la violencia ejemplificado en el sermón de la montaña: “No resistáis a la violencia con la fuerza”.

     En el siglo XVIII el pacifismo fue definido por diversas personalidades de las letras, las ciencias y las artes como: Leibniz, Voltaire, Rousseau, Bentham, Saint-Simón, León Tolstoi, o H.G.Wells, sin embargo fue en el siglo XX cuando se llevó a la práctica por figuras heroicas como Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela, recibiendo un importante impulso. Después de la segunda Guerra Mundial once importantes científicos firmaron en Londres el Manifiesto Russell-Einstein que fue una primera declaración abierta contra el uso de armas de destrucción masiva. El movimiento Hippie de los 60, contra la guerra de Vietnam y la carrera armamentista, junto con acciones de protesta de activistas, como el cantante John Lennon y la artista Yōko Ono, fueron exponentes relevantes del pacifismo.

     A principios de este siglo la redacción de la Carta de la Tierra ha sido un hecho destacado en un intento por proteger el medio ambiente, los derechos humanos y la paz. Bajo el lema “No a la guerra”, las manifestaciones en contra de la invasión de Iraq del 2003, convocadas por internet y SMS, fueron las primeras de carácter global de la historia. La guerra contra el terrorismo y el aumento de las situaciones bélicas ha generado un movimiento pacifista basado en acciones no violentas para realizar cambios radicales en la sociedad.

     Las Primaveras Árabes en Túnez, Egipto y Yemen fueron movimientos pacifistas exitosos que se manifestaron contra la oligarquía. Sin embargo, en Siria y Libia, las manifestaciones derivaron en guerras civiles por la oposición represiva de sus gobernantes. Movimientos como, el 15-M o el de Wall Street buscaron la obtención de logros democráticos por medios pacíficos significando una fuerza popular de cambio social. El rechazo al uso de la violencia y la agresión, en cualquiera de sus formas, es una pedagogía y una práctica ético-política que usa la no violencia como medio de protesta, o como respuesta a la misma violencia. Se considera que todo acto violento genera violencia.

     La violencia, puede producirse a través de acciones y palabras, pero también por silencios e inacciones; se manifiesta en aquellas conductas o situaciones que, de forma deliberada, aprendida o imitada, provocan o amenazan a un individuo o colectividad, con hacer daño físico, sexual, verbal o psicológico; afectan de tal manera que limitan las potencialidades presentes o de futuro del ser humano.

     El elemento esencial en la violencia es el uso de la fuerza tanto física como psicológica. Esto puede manifestarse de múltiples maneras, y está asociado a humillaciones, amenazas, rechazos, agresiones físicas o psicológicas con maltrato emocional, represión política o intolerancia religiosa a través de la intimidación, de ofensas o de acciones.

     Maquiavelo sostuvo que: “todos aquellos que escriben sobre asuntos cívicos muestran, como toda la historia prueba con multitud de ejemplos, que quien quiera que organice un Estado y establezca sus leyes tiene que asumir que todos los hombres son malvados y actuarán perversamente siempre que tengan la oportunidad de hacerlo. Tiene también que asumir, que siempre que su maldad permanezca oculta durante un tiempo, hay una razón oculta por la cual permanece inadvertida a la espera de una ocasión para manifestarse. Pero el tiempo, que es llamado el padre de toda verdad, lo desvela”.

     La polarización, el resentimiento, el odio, están en el origen de los problemas en las relaciones interpersonales y grupales, en forma de desconfianza o de miedo. La violencia puede manifestarse también como una amenaza sostenida y duradera, causante de daños psicológicos a quienes la padecen y con repercusiones negativas en la sociedad. Puede además ser encubierta o abierta; estructural o individual. Distintas sociedades aplican diversos estándares en cuanto a las formas de violencia que son o no son aceptadas.

     Con la Declaración del Milenio, los gobiernos se comprometieron a atender a las necesidades de sus pueblos, a liberarlos de la abyecta pobreza y la enfermedad, del azote de la guerra y de la amenaza de vivir en un planeta que ya no puede acoger a sus habitantes. Sin embargo, el número de habitantes del mundo que viven con 1 dólar o menos por día, en condiciones de hambre y sin agua potable, no ha decrecido. El número de personas que mueren de SIDA, paludismo, tuberculosis u otras enfermedades evitables no ha disminuido. Los factores que provocan el avance de la desertización, la pérdida de la bio-diversidad y el calentamiento de la atmósfera de la Tierra no han disminuido. Y en muchos lugares del mundo que sufren el azote de la guerra, personas inocentes siguen siendo víctimas de asesinatos, mutilaciones y también de la expulsión de sus hogares.

     Los avances históricos de la humanidad han sido posibles gracias a la capacidad de evolucionar cooperando por medios pacíficos. El pacifismo encamina las acciones hacia el entendimiento entre las naciones, en favor de la paz. Utiliza métodos activos no violentos como la diplomacia, la desobediencia civil, el boicot pasivo, la objeción de conciencia, las campañas de divulgación, la educación por la paz, la deconstrucción de la figura del enemigo... también la importancia de la inclusión social, la legitimidad frente a la legalidad vigente, la lucha social comprometida frente a la pasividad establecida, son metas del movimiento.

     La no violencia es una propuesta en positivo para transformar y humanizar la sociedad. Se piensa que la violencia y la exclusión social se muestran como un círculo vicioso promovido por actores históricos con intereses determinados, que fomentan la misma violencia de la que se alimentan: la organización de los estados para la violencia con ejércitos y armamento de consecuencias catastróficas, la preparación de las guerras, su justificación y legitimación mediática, el sexismo, el etnocentrismo, la competitividad fuera de la ley, son algunas de las actitudes que impiden la paz.

      La metodología de acción personal y social basada en la “no violencia activa” promueve: el rechazo a las diferentes formas de discriminación como violencia, la no colaboración con las prácticas violentas, la denuncia de todos los hechos de violencia y de discriminación, la organización y movilización social, voluntaria y solidaria, el apoyo decidido a todo aquello que favorezca la no violencia activa, la superación de las raíces de la violencia en uno mismo, el desarrollo de las virtudes personales y de las mejores y más profundas aspiraciones humanas.

      La acción por la transformación social va ligada a la educación por la evolución personal, al unísono, los activistas proponen superar ambas realidades utilizando métodos no violentos como la desobediencia civil frente a la violencia institucional, la huelga de hambre, el boicot a un producto o empresa, manifestaciones pacíficas, bloqueos humanos, no colaboración con la injusticia.... La potencia de los mecanismos tanto voluntarios como condicionados de cohesión social, la construcción de la figura del enemigo, la importancia de la inclusión, la legitimidad frente a la legalidad, la lucha social comprometida frente a la pasividad, son métodos activos usados por los pacifistas.

     La educación para la paz, entendida como vivir en armonía con uno mismo, con los demás y el medio ambiente, se conoce como el proceso de adquisición de valores y conocimientos, así como de actitudes, habilidades y comportamientos necesarios para conseguir la paz. Como la propia educación, se percibe la educación para la paz como un derecho humano. Se persigue la armonía social, la justicia, la igualdad, un cambio radical en la sociedad.

     Los investigadores de las ciencias de la paz, como Betty Reardon y Douglas Roche, propone que la educación para la paz tome partido en el proceso de socialización por valores que alienten el cambio social y personal; cuestionan el propio acto educativo, alejándose de la concepción tradicional de la enseñanza como algo meramente de transmisión.

      Estos científicos entienden el acto educativo como un proceso activo-creativo en el que el alumnado es agente vivo de transformación; denuncian la violencia simbólica, estructural, presente en el marco escolar; intentan que coincidan fines y medios tratando de llegar a contenidos distintos a través de medios distintos, haciendo del conflicto y del aprendizaje de su resolución no violenta el punto central de su actuación; proponen combinar ciertos conocimientos sustantivos con la creación de una nueva sensibilidad, de un sentimiento empático que favorezca la comprensión y aceptación del otro. Los autores de este estudio sostienen que se trata, en suma, de aprender a pensar y a actuar de otra manera.

      La Declaración y Programa de propone medidas para promover una cultura de la paz, por medio, principalmente, de la educación. En dicho documento hace un llamamiento a todos los individuos, grupos, asociaciones, comunidades educativas, empresas e instituciones, a llevar a sus vidas cotidianas un compromiso basado en el respeto, el rechazo a la violencia, la generosidad, el entendimiento, la preservación ambiental y la solidaridad. También se intenta concienciar al mundo sobre la necesidad de desarrollar una cultura de “no-violencia” exigiendo la participación de todos, forjando un mundo más justo, más solidario, más libre, digno y armonioso, y con prosperidad para todos, un cambio evolutivo. Recomienda liberar la generosidad; defender la libertad de expresión y la diversidad cultural; privilegiar el diálogo sin ceder al fanatismo y al rechazo; promover el consumo responsable; tener en cuenta la importancia de la vida y el equilibrio de los recursos naturales del Planeta.

      La palabra humanitarismo se utiliza para referirse al conjunto de actividades relacionadas con el bienestar humano, se basa en la opinión de que todos los seres humanos merecen respeto y dignidad y deben tratarse como tales. Rechazan la esclavitud, la violación de los derechos humanos, y la discriminación por el color de la piel, de la religión, de la ascendencia, o del lugar de nacimiento... Según Albert Schweitzer: “El humanitarismo consiste en no sacrificar jamás a un ser humano por un objeto”. Impulsa a la gente a salvar vidas, a aliviar el sufrimiento y promover la dignidad humana en desastres naturales o provocados por la mano del hombre.

      Los principios fundamentales del humanitarismo se pueden encontrar, de forma casi idéntica, en todas las grandes religiones, en el budismo, el islam, el cristianismo, el judaísmo, el hinduismo, el brahmanismo,
Albert Schweitzer: fue un médico, filósofo, teólogo, y músico alemán nacionalizado francés, misionero médico en África y Premio Nobel de la Paz en 1952 el confucianismo, y el taoísmo. También encontramos estos principios en el positivismo: “El humanitarismo no es una religión que se opone a otras religiones, una moral que se opone a otras morales, pero cuadra con los preceptos de las religiones y de la moral. Es un terreno en el que gentes de todas las tendencias pueden encontrarse y darse la mano, sin traicionar lo que es en ellas más íntimo y más sagrado.”

      El humanitarismo describe el pensamiento y las doctrinas detrás de la respuesta de emergencia a las crisis. Las organizaciones humanitarias, como la Cruz Roja o Médicos sin Fronteras, así como multitud de ONGs de acción humanitaria, no toman parte en las hostilidades o adoptan medidas ventajosas para una de las partes del conflicto, su independencia garantiza la ayuda a las víctimas de las guerras y catástrofes ambientales, y no de las políticas, o de las religiones.

     En ciencia política y relaciones internacionales, la guerra es un instrumento político, al servicio de un Estado u otra organización. Es la forma de conflicto socio-político más grave entre dos o más grupos humanos. Desde el principio de las civilizaciones supuso el enfrentamiento organizado de grupos humanos armados, con el propósito de controlar recursos naturales o humanos, o para imponer algún tipo de ideología o religión, sometiendo al enemigo. Las guerras se producen por el mantenimiento o el cambio de relaciones de poder, por dirimir disputas económicas, o por causas ideológicas o territoriales... Según , la guerra es “la continuación de la política por otros medios”.

      Aristóteles afirmó que la guerra es un medio en vistas de la paz, como lo es el trabajo en vistas al ocio, o la acción en vistas al pensamiento. Funck Brentano y Alberto Sorel escribieron: “La guerra es un acto político por el cual varios Estados, no pudiendo conciliar lo que creen son sus deberes, sus derechos o sus intereses, recurren a la fuerza armada para que esta decida cuál de entre ellos, siendo más fuerte, podrá en razón de la fuerza, imponer su voluntad a los demás “.

      Platón en La República explica el origen de la guerra: “Si queremos tener bastantes pastos y tierras de labor, ¿tendremos necesidad de usurpar algo a nuestros vecinos y nuestros vecinos harán otro tanto con nosotros, si traspasando los límites de lo necesario, se entregan como nosotros al deseo insaciable de enriquecerse? ¿haremos pues la guerra en pos de esto?. Hemos descubierto nosotros el origen de este azote, que cuando descarga, acarrea funestos males a los Estados y a los particulares”.

      Existen dos grandes divisiones teóricas respecto a la guerra: como producto racional de ciertas condiciones políticas o como producto de una tendencia irracional de los seres humanos, aquellas que ven el origen de la guerra en causas no atribuibles a fundamentos racionales, como sentimientos religiosos o emociones.

      Explicaciones biológicas, psicológicas o de la psicología social arguyen que: “el hombre es un animal agresivo sujeto a tendencias tanto de competición como de cooperación que se observan en animales sociales”.

      La visión alternativa ve el origen de la guerra como equivocaciones o percepciones erróneas. Von Clausewitz indica que se recurre a la guerra cuando se estima que las ganancias superan a las pérdidas potenciales, a través de un análisis de costo-beneficio. A su vez, se pueden distinguir dos posiciones que se resuelven a través de la guerra: la primacía de las políticas domésticas, cuando existen tensiones internas, y la primacía de las políticas internacionales motivadas por consideraciones geopolíticas.

      Existe el derecho de autodefensa o de legítima defensa contra el enemigo exterior, cuando se ataca injustamente a un pueblo. Si se niega este derecho de legítima defensa se robustece al agresor y se pone en peligro la paz de los pueblos. La defensa del bien público prevalece sobre cualquier derecho del agresor e incluso sobre los riesgos que puedan tener los propios súbditos agredidos. Desde el punto de vista filosófico, se considera que el movimiento difusor de un espíritu de entendimiento y comprensión entre los pueblos, con el fin ético y moral de conseguir la paz y acuerdos sin derramamiento de sangre, merece el más alto reconocimiento.

     Hay que destacar el papel que desempeñan los Mensajeros de Paz y Embajadores de Buena Voluntad en el apoyo al trabajo de las Naciones Unidas alrededor del mundo para mejorar las vidas de gente en todas partes. No hay causa que justifique la pérdida de vidas inocentes, y esta convicción debería ayudarnos a esforzarnos más por traer la paz.

      Misiones de paz, en términos de política internacional, son aquellas acciones amparadas por las Naciones Unidas en las que se establecen medidas preventivas o coercitivas para la salvaguardia de la paz en un país o territorio, a través de acciones diplomáticas dirigidas a establecer, mantener, asegurar, imponer y consolidar la paz.

      En situaciones de alto riesgo se establecen unos mecanismos que activan la diplomacia de los países más influyentes, para que, mediante negociación, eviten la declaración de hostilidades, tratando que las partes beligerantes se acojan al Capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas, con presencia de fuerzas militares o civiles en las zonas en conflicto y con el beneplácito de las partes, cuyo objetivo es separar a los contendientes y garantizar la ayuda humanitaria. 

      Como última solución se impone la paz, utilizando las fuerzas armadas bajo la bandera de las Naciones Unidas, cuando las partes no han aceptado, o ha sido imposible alguna de las medidas anteriores. Finalmente, se realizan tareas de separación de las partes y mantenimiento de un mínimo de orden civil. La resolución del conflicto incluye la ayuda humanitaria, el desarme de los beligerantes, la supervisión de procesos electorales, canalización de ayudas a la reconstrucción y establecimiento de un poder civil legítimo y civilizado.

      La palabra “civilización” deriva indirectamente del latín civis “ciudadano” a través de civil y civilizar. En la ciudad está el origen del concepto de ciudadano, y por ende, de civilización, entendida como sociedad compleja, con instituciones y estructuras sociales, disponibilidad de tecnologías, explotación de recursos productivos y relaciones sociales más abiertas, sostenibles y duraderas si son respetuosas con el medio ambiente. Las civilizaciones históricas, aparecieron con los primeros soberanos, creando Estados con poder político, y con escritura propia para el registro legislativo, religioso, y perpetuación de la memoria. Civilización es sinónimo de Cultura, engloba ideologías, creencias, valores, costumbres, leyes e instituciones.

      Salvajismo, barbarie y civilización son estadios tradicionales de la evolución cultural de la humanidad que implican la idea de progreso. Civilizar es sacar a algo o alguien de un estado bárbaro o salvaje, instruyéndole en las artes de la vida de modo que pueda progresar en la escala humana. Tienen que ver con la cultura y la educación, pero también, y en gran medida, con el poder y las religiones. El individuo interioriza comportamientos, maneras de pensar y de sentir, una cultura que permite explicar sus acciones o sus creencias.

      En tanto el grupo prospera, todos los miembros del grupo prosperan. Aristóteles afirmaba que el ser humano en sociedad era político: “vive en familias, clanes, grupos y manadas llamadas aldeas, pueblos, ciudades o naciones, y siente necesidad de juntarse con otros semejantes para poder realizarse como tal”. Umberto Eco opina que “nos enfrentamos a la aparición de un nuevo tipo de ser humano contemporáneo, cuyos principales rasgos identificativos son: su tendencia universalista, el sentirse ciudadano del mundo saliendo más allá de los propios límites geográficos y mentales, poseedor de una conciencia de implicación, acercamiento de la vida ajena a la propia, “todo atañe a todos”.

      Desde esta perspectiva global, se considera el bien del grupo más importante que el bien individual. El individuo sirve a su propio interés al servir a los intereses del grupo. Los derechos de la colectividad son la suma de los derechos individuales comunes.

      El colectivismo sostiene que: “La medida del poder humano no sólo se encuentra en el dinero ni en los valores bursátiles y de los mercados, sino también en los valores humanos. Gandhi, Susan Anthony, Luther King o Nelson Mandela, son ejemplos de humildad, sabiduría y generosidad. Hombres y mujeres cuya voluntad y espíritu indomables les permitieron superar toda clase de obstáculos hasta lograr los mayores triunfos en reconocimiento de derechos e igualdad de oportunidades en el camino colectivo hacia el cambio social. Ellos y los millones de héroes anónimos que todos los días sacan adelante a sus familias, con trabajo, esfuerzo y dignidad, mientras hacen todo lo posible por ser cada día mejores, contribuyendo en la medida de sus propias posibilidades al cambio social. A ellos les debemos nuestro progreso humano”.

      No hay que olvidar que estamos en la era del conocimiento e internet, con el incremento de la facilidad al acceso a la información, con los avances tecnológicos se ha modificado la forma tradicional de desarrollo de muchas de las actividades humanas, se están transformando radicalmente las economías nacionales, los mercados financieros, la estructura de la industria, los productos y servicios, los puestos de trabajo, los mercados laborales... la sociedad cambia, y nunca nada vuelve a ser igual que antes, evolucionamos.

       Para que los ideales de un mundo mejor adquieran fuerza, en muchas ocasiones se ha dicho que basta con que una sola persona crea en ellos y actúe por alcanzarlos, los demás se sumarán en la medida que coincidan sus anhelos. Todos formamos parte de la especie más avanzada de la historia, intelectual y telemática, y contamos con los recursos, el conocimiento y la tecnología necesarios para redirigir las acciones en pro del fin de la violencia, de la pobreza y de la exclusión social. Podemos influir sobre los gobiernos democráticos, extendidos a escala planetaria, exigiendo la transformación de las sociedades hacia una cultura de la paz, humanitaria, social, con recursos económicos derivados del valor mínimo de la vida.

      La labor de las Naciones Unidas en pro de la paz es esencial, pero no es fácil. De hecho, en innumerables comunidades de todo el mundo la paz sigue siendo un objetivo difícil de alcanzar. Desde los campamentos de desplazados a las calles de Bagdad, la búsqueda de la paz está plagada de reveses y sufrimientos. Deberíamos reflexionar sobre el precio que pagamos todos a causa de los conflictos.

      Finalmente, las guerras y la violencia acaban siendo un negocio muy rentable para los fabricantes y países exportadores de armas, y crea una gran cantidad de puestos de trabajo de difícil renuncia por parte de los gobernantes, cosa que hace imprescindible implementar el valor mínimo de la vida en la reconversión de la industria armamentística hacia el sector aéreo-espacial mucho más necesitado de inversiones para acelerar el proceso en la búsqueda de recursos naturales y en la creación de hábitats en otros astros que den salida digna al problema de sobrepoblación en la Tierra.

       Después de conocer la propuesta original de este libro, nadie estará exento de responsabilidad si no se actúa y se consensua la aceptación de un Pacto Humanitario que dote a los individuos, a los Estados y al sistema de las Naciones Unidas de los recursos económicos necesarios para la subsistencia ante los retos del siglo XXI. Si seguimos con los mismos parámetros del viejo paradigma analógico y nos resistimos a aceptar las nuevas y beneficiosas posibilidades que nos brinda el paradigma digital, continuaremos con las crisis, las guerras y los desastres climáticos. La situación de desarrollo insostenible actual y, por tanto, en gran medida suicida, puede revertirse en beneficio de todos y de todas. Aún estamos a tiempo de parar, reparar y salvar la Tierra, darle la oportunidad a la naturaleza de manifestarse en nosotros como máxima expresión de su inteligencia evolutiva, y resolver a su favor aceptar el valor mínimo de la vida como recurso económico de subsistencia del planeta.
Les invito a que asumamos el Pacto Humanitario no sólo como una prioridad, sino como una pasión, a que nos comprometamos a hacer todo lo posible y más, donde quiera que estemos y con los medios a nuestro alcance, para que todos los días sean días de paz... el mensaje es verdaderamente universal.

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