El Fuego
El Fuego
Se refiere a la necesidad de energía para vivir y las exigencias económicas para su abastecimiento.
La combustión es una reacción química de oxidación que desprende una gran cantidad de energía en forma de calor y luz, manifestándose visualmente en el fuego. Tanto el cuerpo humano como el cuerpo social necesitan energía, para realizar su trabajo potencial (mecánico, químico, osmótico y eléctrico), obtenida de la combustión de nutrientes y oxigeno en el primer caso y de carburante en el segundo.
Los carbohidratos que ingerimos en nuestra alimentación constituyen la principal fuente de energía en el organismo. Éstos durante la digestión se desdoblan en glucosa, considerada un almacén de combustible solar empaquetado en su configuración molecular como carburante preformado por los vegetales en el proceso de fotosíntesis.
La transformación de energía, tanto en la combustión como en la oxidación, tienen el mismo principio, ya que se realizan mediante mecanismos moleculares. La diferencia radica en la velocidad con que se realizan; la combustión es violenta y la reacción se mantiene por sí sola una vez que ha comenzado; en cambio, la oxidación es un proceso lento y controlado, de manera que la energía se transforma de acuerdo a los requerimientos del organismo.
La respiración hace referencia a la inhalación de aire y al proceso que ocurre dentro de las propias células, consistentes en la oxidación de sustancias provenientes de los alimentos. La respiración celular permite la liberación y aprovechamiento de la energía contenida en los nutrientes a partir de su degradación.
El alimento proporciona la energía esencial para la supervivencia, es una sustancia nutriente producida en el medio ambiente de origen natural que bioquímicamente es esencial para el mantenimiento de los organismos vivos, su carencia provoca inanición, forma extrema de malnutrición sobrevenida por insuficiencia alimentaria que produce daños en el organismo y finalmente la muerte. La inanición es un problema importante a nivel internacional.
"Sin pan no existe libertad". Karl Max.
El alimento juega un papel significativo en la salud y la mortalidad en los humanos y en los seres vivos. El consumo pobre de varias vitaminas y minerales puede conducir a enfermedades. Por ejemplo, el 30 % de la población mundial tiene, o está en riesgo de desarrollar, deficiencia de iodo. Se ha estimado que por lo menos 3 millones de niños están ciegos debido a la deficiencia de vitamina A.
Aproximadamente 815 millones de personas están desnutridos y más de 22.000 niños mueren por día por causas relacionadas con la hambruna. Los esfuerzos internacionales para distribuir alimentos a los países más necesitados no dan al abasto, frecuentemente están coordinados por el Programa Mundial de Alimentos de la FAO.
El derecho a la alimentación fue reconocido en 1948, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos Art. 25 como parte del derecho a un nivel de vida adecuado, y consagrado en 1966 en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales Art. 11. También ha sido reconocido en varios instrumentos internacionales específicos como la Convención sobre los Derechos del Niño Art. 24.2 y 27.3, la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer Art. 12.2, o la Convención sobre los Derechos de las personas con discapacidad Art. 25 y 28. El derecho a la alimentación ha sido así mismo reconocido por distintos instrumentos regionales –como el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, conocido como el Protocolo de San Salvador 1988, en la Carta Africana sobre los Derechos y el Bienestar del Niño 1990 y en el Protocolo a la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos sobre los Derechos de las Mujeres en África 2003, así como en muchas constituciones nacionales e instrumentos internacionales en materia de derechos humanos no vinculantes desde un punto de vista legal (recomendaciones, líneas directrices, resoluciones y declaraciones) como es el texto de Las Directrices sobre el Derecho a la Alimentación adoptadas por consenso en el 2004 en el Consejo de la FAO. Representan una herramienta práctica para ayudar a la realización plena del derecho a una alimentación adecuada.
El derecho a la alimentación impone a todos los Estados ciertas obligaciones no sólo con respecto a las personas que viven en sus territorios nacionales, sino también con respecto a la población de otros Estados. Sin embargo, el crecimiento económico en los países desarrollados y en los emergentes provoca paralelamente una mayor demanda de alimentos que agrava aún más la situación de dos mil millones de personas que sufren malnutrición.
En el sistema capitalista extendido por todo el mundo, el alimento, necesario para vivir, tiene un coste y por tanto un precio; una determinada cantidad de dinero que debemos gastar para nutrirnos. Todos sabemos que el alimento en la sociedades modernas cuesta dinero, aunque nos lo regalen, hay que producirlo o recolectarlo, almacenarlo, transformarlo, transportarlo, ponerlo a la venta... no es gratis, debemos comprarlo, ni siquiera le sale de balde a quien lo produce, debe dedicar un esfuerzo para conseguirlo y si tiene más de lo que necesita lo pone en el mercado para obtener un beneficio, como diría Adam Smith: es como funciona el sistema. A muy pocos se le ocurre regalarlo y si en ocasiones esto sucede, no por ello este alimento deja de tener un coste (trasporte e infraestructuras, personal humano...). En muchas ocasiones, debido a este hecho, la mayoría de los alimentos que sobran por exceso de producción son destruidos ya que no sale rentable o por falta de recursos económicos no es posible hacerlos llegar a las regiones que sí lo necesitan, del mismo modo es cierto que en ocasiones se donan a entidades benéficas para su distribución entre los necesitados.
Por otra parte, existe la ley de la oferta y la demanda, en caso de sobreproducción el exceso de oferta hace caer los precios haciendo inviable su producción al no obtener beneficio, más que para el autoconsumo. La falta de recursos económicos limita tanto la producción de alimentos como su distribución y su consumo, por eso mismo, y no decimos nada nuevo, la disposición de capital es básica para la supervivencia humana y del sistema.
Las ayudas sociales solidarias y la caridad son necesarias, más que nunca, dado el aumento de indigentes por causas ajenas a su voluntad, como las sobrevenidas por la destrucción que provocan las guerras, las crisis económicas o los desastres climáticos. Si los recursos económicos dedicados a la ayuda nacional e internacional a estas personas son escasos, se hace necesario buscar nuevas soluciones que eviten estos incidentes extremos de necesidad, de tanto sufrimiento y muertes innecesarias.
El crecimiento económico y la prosperidad alcanzada en los países desarrollados es resultado, en gran medida, al uso del petróleo como energía principal, a pesar de ser un recurso contaminante. La producción mundial de crudo, al ser un recurso limitado, está llegando a su cenit y después declinará tan rápido como creció. Este hecho implica importantes consecuencias para los países que dependen en gran medida del petróleo barato y abundante como energía, especialmente para el transporte, la agricultura, la industria química y la calefacción doméstica.
El declive de los combustibles fósiles también afecta a los países en vías de desarrollo en el tercer mundo, ya que hace inalcanzables las pretensiones de muchas de esas naciones por tener comodidades y un elevado nivel de vida. No hay duda que hay que buscar alternativas eficaces y limpias. Los escenarios futuros van desde el colapso de la sociedad industrializada hasta los que afirman que la economía de mercado o las nuevas tecnologías resolverán el problema.
Algunos vaticinan que ocurrirá una catástrofe maltusiana a medida que se agote la producción de crudo. El aumento en la producción de alimentos ha propiciado una subida del crecimiento de la población sin precedentes. Desde la década de los 40 la agricultura ha incrementado su productividad, debido en gran medida al uso de pesticidas y abonos químicos procedentes del petróleo así como de la mecanización de los procesos de cultivo y recolección. Una disminución en los suministros de crudo causarían el colapso de la agricultura moderna, lo que revertiría en una drástica reducción de la producción de alimentos, precedida de un aumento de los precios. Su escasez podría producir hambrunas masivas.
El crecimiento económico y demográfico conduce a un incremento del consumo futuro de energía. Basar la obtención de energía en los limitados recursos fósiles es totalmente insostenible por las razones referidas. Muchos tienen especial confianza puesta en la posibilidad de desarrollar con éxito la fusión nuclear. Sin embargo, los residuos generados por los reactores debería almacenarse de forma segura y limpia, si es que es posible.
Las sociedades capitalistas tienen que crecer para sobrevivir; tienen que hacerse más y más complejas y consumir más y más energía. En este sentido seguir apostando por los combustibles fósiles nos lleva al colapso. Ante este panorama, en el actual modelo económico, la única salida inteligente para seguir disponiendo de energía es la de depositar las esperanzas en la energía geotérmica, que utiliza el calor interno de nuestro planeta, la energía eólica, la energía hidroeléctrica, la energía solar y la energía de fusión (si los residuos pudiesen almacenarse de forma segura). Sin embargo, por el momento estas energías no pueden suplir la generada por los hidrocarburos. El petróleo se convertirá progresivamente en un lujo escaso pudiendo agudizar las tensiones económicas y políticas entre los principales productores y consumidores.
Ante el eminente colapso, hay quien apoya la solución de mercado contra-argumentando que con más dinero es posible encontrar soluciones alternativas. Otros identifican al mercado como un agente económico que más que encontrar soluciones agrava aún más la situación. A estos y aquellos les decimos que sean los primeros en apoyar un Pacto Humanitario que dote de recursos económicos al ser humano para obtener de los alimentos del mercado la mínima energía de subsistencia y ayude al desarrollo de energías eficientes, limpias y seguras.
“Sin energías no hay vida”, es evidente, las energías, incluido el alimento, son una necesidad básica, esencial. Esta certeza, que nadie puede dudar, ni querer poner a prueba para verificar su evidencia, pues es evidente que es cierto que las energías, como fuerzas motoras, tienen valor esencial de subsistencia para el ser humano civilizado, da pie a pensar que la mejor manera para poder solucionar los perjuicios a las personas y al medio ambiente, es usar el valor mínimo que tienen las energías como valor esencial de subsistencia para costear el gasto mínimo de subsistencia en alimentos y para financiar proyectos promovidos por la ONU, destinados a mejorar las condiciones de energía para las personas y el medio ambiente, con dinero transferido del Certificado Valor Agregado de Subsistencia, correspondiente al Activo Patrimonial Agregado del Fondo de Subsistencia del Banco Mundial, anotando en el Activo: energía, y en el Debe: saneamiento de la Tierra, acordado por un Pacto Humanitario entre todos, por sufragio universal.
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