El Amor

El Amor

      Se refiere a la necesidad psicológica natural y a las exigencias económicas de su desarrollo universal145

      Según las diferentes ideologías y puntos de vista, el amor es un concepto universal relativo a la afinidad entre seres, transcendental, definido de diversas formas. De manera habitual se interpreta como acciones dirigidas hacia otros motivadas por sentimientos virtuosos que representan todo el afecto, la bondad y la compasión del ser humano.

       El amor abarca una gran cantidad de sentimientos, desde el deseo pasional del amor romántico, la proximidad emocional del amor familiar y el amor platónico, hasta la profunda devoción del amor religioso que se considera una manifestación del estado del alma o de la mente. Las emociones asociadas al amor pueden llegar a ser irresistibles y actuar como facilitadoras de las relaciones interpersonales de importancia psicológica transcendental.

      El amor es interpretado de formas distintas; desde la concepción altruista, basada en la compasión y la colaboración, asociadas al alma y al mundo espiritual, o bajo el punto de vista egoísta, basado en el interés individual y la rivalidad, relacionado con el cuerpo y el mundo material. Según la ciencia actual, son expresiones de procesos cerebrales, producto de la evolución del natural instinto de supervivencia primitivo, que nos mantenía unidos ante las amenazas favoreciendo la continuidad de la especie.

      Todas las situaciones conflictivas proceden del egoísmo. Cuando el ser humano disfraza su comportamiento egoísta de altruismo se vuelve hipócrita, mientras que, por el contrario, un comportamiento altruista se puede disfrazar de egoísmo. Podemos ser altruistas y colaboradores, y egoístas y competidores, por voluntad propia, y también combinamos ambas formas, siendo unas veces altruistas y otras egoístas, o parcialmente colaboradores y competitivos. Ambas actitudes son la expresión del instinto de conservación del individuo “egoísmo” y de la especie “altruismo”. Algunos biólogos mantienen que la unidad de supervivencia no es el individuo, sino el gen, quien en su propio beneficio, crea a los seres humanos como “máquinas de supervivencia”, contradiciendo directamente la teoría de la evolución darwiniana, sin embargo, podemos escoger entre el egoísmo y el altruismo de forma voluntaria, actuando de forma “independiente” a nuestra propia programación genética.

      El altruismo puede entenderse como “egoísmo altruista” donde existe apego a un ser superior y el deseo de obtener la salvación, o bien, como “altruismo puro” donde no existe apego ni deseo, donde las relaciones no son competitivas, sino colaborativas: uno procura el bienestar de los demás sin esperar nada a cambio, y los demás procuran el bienestar de uno. El amor real es el amor compasivo. El amor y el ego son incompatibles.
Los seres humanos somos altruistas por naturaleza, es la forma de entender el amor obteniendo dicha y satisfacción en la felicidad del otro. La psicología humanista considera que el amor es indispensable para conseguir una autoestima saludable.

      Sigmund Freud  pensaba que todas las motivaciones humanas tenían un trasfondo libidinoso y egoísta. El amor sexual, en cualquiera de sus variantes, constituye asimismo un amor marcadamente egoísta; lo que se manifiesta como un altruismo hacia la pareja no es más que una manifestación de puro egoísmo respecto al resto de la sociedad; el propio acto sexual se desarrolla bajo un estado de egoísmo personal en el que el individuo busca su propio placer, o la gratificación que le produce el placer de su pareja. Freud consideraba que el amor incondicional de una madre lleva a una perpetua insatisfacción: “Cuando uno fue incontestablemente el hijo favorito de su madre, mantiene durante toda su vida ese sentimiento de vencedor, mantiene el sentimiento de seguridad en el éxito, que en realidad raramente se satisface”.
La concepción altruista es diametralmente opuesta a la del capitalismo, basado en el llamado “egoísmo inherente al ser humano” como un sentimiento noble en esencia, y considera que cada persona es responsable de su propia felicidad y no de la de los demás. Este pensamiento está íntimamente ligado al capitalismo puro.

      Según Gilles Deleuze, el capitalismo deshumaniza, sitúa a la sociedad dentro del marco de un proceso de producción, donde el amor se convierte en un elemento más de dicho proceso. Las empresas publicitarias analizan al ser humano, y utilizan el amor y el sexo como reclamo de un modo desnaturalizado y grotesco evocando en el consumidor sentimientos amorosos y de deseo, pero su fin último no es buscar el amor, sino su dinero y su trabajo.

      Gilles Deleuze fue un filósofo francés , considerado entre los más importantes e influyentes del siglo XX, considera que el capitalismo produce una perversión del concepto natural del amor, situando al ser humano como parte de una máquina productora y destruyendo el concepto del cuerpo y el alma. Michel Foucault refiriéndose a la sociedad capitalista, se opone “al fascismo que hay en todos nosotros, en nuestras cabezas y en nuestro comportamiento diario, que nos hace amar el poder, desear esa misma cosa que nos domina y explota”. Werner Sombart29 consideraba la desnaturalización del amor en la sociedad como una última etapa de un proceso destructivo evolutivo que no es privativo de la cultura occidental.

      En relación a la persona el amor propio desde el punto de vista de la psicología humanista, es el sano amor hacia uno mismo, sinónimo de autoestima, positivo para el desarrollo personal e indispensable para las buenas relaciones interpersonales, contrario al narcisismo que conlleva egocentrismo y autoestima baja. Para el budismo, que califica al ego como una mera ilusión de nuestra mente, el amor real, amor compasivo, sólo existe cuando se dirige hacia otra persona, y no hacia uno mismo. El psicoanálisis, califica al ego como la única realidad, de forma opuesta al budismo.

      El amor incondicional, es el amor compasivo, altruista, que se profesa sin esperar nada a cambio, entre ellos se encuentran el amor espiritual que es el amor incondicional por antonomasia. El amor maternal, el amor filial y el amor fraternal afloran de un sentimiento en el Collège de France profundo de gratitud y reconocimiento a la familia, y se manifiesta por emociones que apuntan a la convivencia, la colaboración y la identificación de cada sujeto dentro de una estructura de parentesco.

      En las culturas religiosas monoteístas, el amor suele mencionarse y ser apoyado por Dios, como es el caso del judaísmo, del cristianismo y del Islam. Aquellas personas cuyo amor está o se supone que está cercano al amor universal, o a Dios, reciben el nombre de santos. Tanto en el budismo como en el cristianismo, el Islam, el hinduismo o el judaísmo suelen representarse con una aureola alrededor de su cabeza. Los budas son presentados con aureolas adicionales alrededor de todo su cuerpo.

      La amistad es un sentimiento que se origina en la necesidad de socialización del ser humano; el amor al prójimo emana a su vez del uso de la facultad de la mente para tolerar y constituye la abstracción de la amistad; el amor romántico germina en la expectativa de que un ser humano cercano colme a uno de satisfacción y felicidad existencial; el amor confluente es el amor que brota entre personas capaces de establecer relaciones de pareja, en oposición al amor romántico, no tiene que ser único, ni ser para siempre, ni supone una entrega incondicional; el amor sexual incluye el amor romántico y el amor confluente; el amor platónico es la elevación de la manifestación de una idea hasta su contemplación, no hay un elemento sexual o éste se da de forma mental, imaginativa o idealista y no de forma física; el amor a los animales y a las plantas nace de un sentimiento protector; también se considera amor sentir aprecio hacia algo abstracto o inanimado, un lugar de nacimiento, el honor, la independencia, la integridad; o, el amor a Dios, a una deidad, enseñanzas recibidas mayoritariamente desde la infancia basadas en la fe, considerando a Dios como la fuente de todo amor; el amor universal o amor espiritual es expresión del kama, éxtasis o iluminación, estados de conexión absoluta con el universo o con Dios.

      En palabras de Helen Fisher, el amor es el resultado de reacciones químicas, y el conocimiento de tal hecho no es impedimento para su disfrute. Popularmente, el amor se considera un sentimiento basado en la atracción y la admiración de un sujeto hacia otro, pasional y sexual, que intensifica las relaciones interpersonales, como complemento para su existencia. También se aplica a otras relaciones diferentes en un sentido más amplio: el amor al arte, a la belleza, a la humanidad o a la naturaleza, suele asociarse con la empatía, e implica un gran afecto por algo que ocasiona felicidad o placer al que ama. El amor es contrario al odio, al desprecio o al egoísmo. La convivencia del amor y el odio en las relaciones amorosas responde a aspectos conductuales y fisiológicos.

      Desde el punto de vista cultural, históricamente el amor sexual se ha entendido entre las personas de sexo opuesto como del mismo sexo. El movimiento hippie de los años 60, utilizó el amor como uno de los principales elementos de la contracultura, ejemplificado en el eslogan “haz el amor, no la guerra”. La “magia del amor”, provoca una subida del nivel de conciencia produciendo cambios a nivel de la percepción idealizada que generalmente acaba siendo sustituidos por la experiencia del ego, de la personalidad: el apego y el deseo. Con el paso del tiempo, el individuo deja de ser creativo y se vuelve rutinario y predecible en el amor, cree continuar viviendo la relación como amor verdadero, pero ya es simplemente un conjunto limitado de emociones, experiencias y actitudes. La magia se pierde con el tiempo y es sustituida por la percepción de lo que se cree ser el “yo”, un ser natural dotado de inteligencia humana.

      Desde el punto de vista de la biología, el amor es medio para la supervivencia del ser humano, de los animales y de las especies. Los modelos biológicos del sexo tienden a contemplar el amor como un impulso de los mamíferos tal como el hambre o la sed. Recientes estudios en neurociencia han indicado que, a medida que las personas se enamoran, el cerebro secreta una serie de sustancias químicas, feromonas, dopamina, norepinefrina y serotonina, que actúan de forma similar a las anfetaminas, estimulando el centro del placer del cerebro y llevando a efectos colaterales tales como aumento del ritmo cardíaco, pérdida de apetito y sueño, o una intensa sensación de excitación.

      El amor y el odio son muy parecidos, siendo la indiferencia el opuesto de ambos. Normalmente hacemos ambas cosas: amamos y odiamos al mismo tiempo: cuando odiamos, concentramos nuestra atención tanto como cuando amamos; cuando amamos o cuando odiamos, nos obsesiona pensar en ello, tenemos una gran cantidad de energía y nos cuesta comer y dormir.

      Desde corrientes psicoanalíticas, para Erich Fromm el amor es un arte y, como tal, una acción voluntaria que se emprende y se aprende, no una pasión que se impone contra la voluntad de quien lo vive. El amor es, así, decisión, elección y actitud. Recomienda proceder ante el amor de la misma forma que lo haríamos para aprender cualquier otro arte, como la música, la pintura, la carpintería o la medicina. Y distingue, como en todo proceso de aprendizaje dos partes, una teórica y otra práctica.

      Desde el punto de vista de la psicología humanista, la necesidad de amor se basa en algo que incita a las personas a ser aceptadas y adheridas a una relación. Las necesidades o pulsiones-deseo, descritas por el psicoanálisis, nunca llegan a una satisfacción completa o son acompañadas por el surgimiento de una nueva necesidad, consecuentemente siempre late en la persona un estado de requerimiento amoroso.

      Cuando en las relaciones sentimentales existe cierto grado de egoísmo, se producen situaciones en las que uno de los amantes, por miedo al fracaso, o por la inseguridad emocional que le produce su falta de autoestima, polariza su egoísmo en una muestra extrema y desesperada de altruismo, que a modo de ultimátum se manifiesta por un amor desmedido, pudiendo incluso llegar a poner en peligro su propia existencia o la de la otra persona por estar experimentando un estado polarizado de obsesión. En este caso, el que ama, desea y anhela el bien y la felicidad del ser amado, lo hace por encima de todas las cosas. No obstante, algunos confunden esa polarización con amor “verdadero” o “sano”, y exigen de la otra persona el mismo comportamiento, pudiendo manifestar frustración extrema y, como salida a dicha frustración, violencia.

     Desde el punto de vista del budismo, el dar sin recibir a cambio, el sacrificarse y anteponer las necesidades del ser amado por encima de las de uno mismo, suele considerarse, para las personas que no han cultivado suficientemente el altruismo, es decir, para las personas que no son capaces de amar sin apego, una antesala al desequilibrio emocional, ya que la persona objeto de la obsesión no tiene por qué responder al dictado; o puede incluso que, bajo una actitud igualmente egoísta, no agradezca el esfuerzo y exija aún más.

     La solidaridad y la empatía son sentimiento de unidad basados en metas o intereses comunes, aparecen cuando los sentimientos o emociones de una persona causan sentimientos similares en otra. La creación de un estado de sentimiento compartido, implica afinidad, inclinación mutua y amabilidad. La capacidad de empatía depende en gran medida de un desarrollo de la conciencia del “yo”, es una habilidad tanto cognitiva como emocional del individuo que se desarrolla paulatinamente a lo largo de la vida, y que mejora cuanto mayor es el contacto que se tiene con la persona que uno empatiza.

      El sentido de la vida se origina con la intención hacia la que dirigimos nuestro amor y orientamos nuestros pasos, apuntando hacia el desarrollo de nuestro potencial humano e individual, al servicio del bien común. Más allá de la indispensable cobertura de nuestras necesidades básicas, la felicidad no se encuentra en el consumo o en la acumulación de bienes materiales, sino que la hallamos en todo aquello que no tiene precio: el amor, la amistad, la naturaleza... Apreciar y valorar los grandes regalos de la vida, es un primer paso para amarla y protegerla, uniendo nuestras fuerzas con las de todas las personas cuya sensibilidad humana hagan palpitar su corazón al unísono con el de la humanidad.

      Apoyar un Pacto Humanitario de subsistencia es un acto de amor al prójimo y a ti mismo, equitativo, consciente, aceptado, sentido y percibido con todo el corazón, con toda el alma, y con todas las fuerzas, como afirmación mutua de la dignidad para alcanzar la paz totalmente humanizada, conciliando el encuentro y la concordia por misericordia mutua, por cooperación, por amistad. Apoyar, secundar, corroborar y confirmar el Pacto Humanitario es un acto de amor incondicional hacia todos los seres sintientes que relacionan nuestra unidad existencial con todas las conciencias, creando nuestro propio universo de amor paradigmático.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Vivienda

Axiología del valor de la vida

Introducción